El estadounidense
Edwin Moses ejerció una supremacía indiscutible en los 400 metros con vallas
por más de una década, desde mediados de los '70. En 1976 brilló en Montreal
con su estampa de adolescente a cuestas para quedarse con el oro y marcar el
primero de sus cuatro récords mundiales en la prueba. En Moscú '80, ausente por
el boicot de su país a los Juegos, dejó pasar una medalla que parecía segura.
Después de todo, ganó 107 finales consecutivas entre 1977 y 1987. Pero su
momento más memorable llegó en 1984. La ciudad de Los Ángeles le abrió los
brazos para que él corriera tan bien como sabía hacerlo y ganara sin
discusiones su prueba favorita. La ovación, su festejo, la gente, la locura, el
retorno... todo resultó inolvidable. Claro, la cosa no fue tan bien a la hora
de tomar el juramento olímpico: el enorme Edwin olvidó las palabras en la
mitad, y tras repetir una frase un par de veces terminó de recitar en medio de
las risas de todo el estadio.
espndeportes.espn.go.com
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