Vera Nikolic era
una superestrella en su Yugoslavia natal. En 1966 había ganado el oro en los
800 metros del campeonato Europeo, y dos años más tarde había logrado el récord
mundial en la discilplina. Con apenas 20 años, fue nombrada la mejor atleta de
su país, donde se había ganado una confianza ciega: allí nadie tenía ninguna
duda de que se quedaría con el primer puesto en los Juegos Olímpicos de México,
en 1968. De hecho, el gobierno yugoslavo ya tenía listos unos sellos postales
que se iban a imprimir para conmemorar su victoria. Sin embargo, a la atleta le
jugó en contra la enorme presión que ejercieron el público y la prensa. En el
día de competencia, apenas pudo completar 300 metros. La joven no toleró la
frustración: abandonó la prueba, dejó el estadio y se dirigió a un puente
cercano con la idea de suicidarse. Por suerte, su entrenador la detuvo a tiempo
y evitó una tragedia. En el resto de su carrera, Nikolic ganó otro título
europeo y terminó quinta en los Juegos del '72.
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